sábado, 28 de mayo de 2011

Soñando con tu mano. Capitulo III

-¿No escuchaste el nombre del hospital?
-¡Claro que si! ¿Cómo crees que estoy aquí?


-¿Y mi hija?- Le preguntó a los profesores que se encontraban a unos metros de mi. Ellos me señalaron y me entro el pánico. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué iba a pensar al verme cubierta de sangre?
-¿Dónde la llevaron?- me preguntó. En su rostro podía ver desesperación.
-Al Universitario, la llevaron al Universitario- dije conteniendo el aliento.-Sígueme.-¿Qué?-Vamos, te llevo al hospital.-Ah! Si, deja que coja mis cosas.- me encaminé a buscar mi maleta, en mi lugar de observación, donde pasaba todos los días mirándola.

    Cogí mi mochila, manchandola de sangre. Regresé sobre mis pasos, observando como había dejado mis huellas. Seguí a su madre que se dirigía a los aparcamientos, en ese momento pude observar la realidad a la que había estado ignorando. 
    Pude ver que seguía teniendo público, pero esta vez, eran personas que desconocía, también vi a los profesores y a la policía, demasiada policía. Pude ver como dirigía el trafico, controlaban a los transeúntes, hablando con testigos. También vi el coche, hasta ese momento no me había percatado del coche. Caminé más deprisa, lo último que quería en este momento era un interrogatorio. Llegamos a su coche, agradecí que fuera azul oscuro, así no se vería el manchón de sangre que había dejado al abrir la puerta. Cuando cerré la puerta, dejando su respectiva mancha, el coche ya estaba en movimiento. 
    Me puse el cinturón e intenté tocar el coche lo menos posible. 

-En la guantera hay pañuelos para que te limpies.
-No hace falta, no quiero mancharte el coche, además, ya esta seco- mentí, seguía estando igual de fresca la sangre.
-¿Qué importa una mancha más?- me dijo intentando sonreír señalando el asiento. No me había dado cuenta que tenia el pantalón manchado.
-Lo siento- dije dejando un incómodo silencio.
-No te conozco, ¿estás en la clase de mi hija?- cuando dijo "hija" se le quebró la voz.
-No creo que me conozcas, tampoco soy tan importante.-sonrei tristemente- Estuve el año pasado en su clase, pero este año no.

    Conducía a una velocidad que seguramente no estaba permitida en el centro de la ciudad. Se saltó semáforos, adelantó peligrosamente coches y motos, y por un momento dudé si llegaría al hospital por mi propio pie o por el contrario, llegaría con más sangre de la que ya tenia encima.

-¡Cuidado!-exclamé al ver como nos acercabamos peligrosamente a un camión- vamos a llegar antes que la ambulancia.
-¿Cómo fue? ¿Qu-qué pasó?- me preguntó llorando.
-Pues... Los coches estaban mal aparcados y para mirar si viene alguno tienes que asomarte mucho...y el coche iba muy rápido- intente explicar lo mas razonado posible, pero ni yo sabia que había pasado.
-Pero tú... ¿Estabas a su lado? ¿Estabas cerca de ella? O ¿cómo llegastes allí?- me preguntó sin comprender.
-En realidad no estaba nada cerca. En realidad...-me callé, no le iba a decir que tenia una obsesión con su hija- solo supe reaccionar.

     Llegamos al hospital librandome de dar mas explicaciones. Dejó el coche en un lugar que supuse que estaba prohibido y entramos corriendo en urgencia. Preguntamos en el mostrador y me di cuenta que la gente empezaba a murmurar  por mis manchas.

-Acaban de entrar en quirófano.-nos dijo la chica que estaba detrás del mostrador.

Su madre empezaba a desesperarse y yo no sabia que hacer.

-¿Quieres que haga o te traiga algo? ¿Llamo a alguien?
-No, estoy bien.-no la creí- deberías ir al baño a limpiarte.

      La verdad es que no me apetecía quitarme su sangre. Ya se que suena muy mal, pero nunca volvería a estar tan cerca de ella como lo estoy ahora con su sangre. Aunque me había visto en el reflejo de un cristal, sabia que la gente pensaría que me había tirado a un charco de sangre. Antes de poder replicar, salió un enfermero.

-¿Son familiares?-Asintió su madre, yo no me inmute- Vamos a iniciar la operación, le implantaremos la mano. Ha perdido sangre y necesitamos donantes- esto último lo dijo mirándome, con un tono de afirmación, no de propuesta.
-Bu-bueno, no se que tipo sanguíneo soy, pero yo podría donar.
-Perfecto, ¿ves a mi compañera en esa puerta? Ella te hará un análisis.

     Me dirigí hacia donde ella se encontraba, pensando desde cuando las enfermeras vestían así. Entramos a una sala en la que solo había un escritorio, una camilla y un lavabo al lado de un armario.

-Por que no te lavas las manos para analizarte la sangre- le hice caso y me lave las manos,el agua pasaba a través de mis dedos volviéndose roja, formando un remolino rojo en el sumidero. Terminé y me sequé las manos. Al darme la vuelta pude observar como miraba todos mis movimientos.
-Ven, siéntate.-dijo ella sentada detrás de la mesa.-Bueno, ¿cómo te sientes?- Me dijo mirando las agujas.

En ese momento comprendí que nunca me sacaría sangre.

lunes, 9 de mayo de 2011

Soñando con tu mano. Capitulo II

Dijiste que te quitaste el cinturón. No lo entiendo.


Ruido, eso era lo único que oía. Sus gritos, los de la gente y el exceso de información proveniente de mi cabeza que no me dejaba pensar con claridad.
De rodillas a tu lado, en una mano mi cinturón y en la otra tu mano. Intentaba pensar que tenia que hacer, y solo esperaba que las películas de verdad enseñaran algo. Tenía que para la hemorragia. 
Sangre, solo veía sangre. Aprete mi cinturón alrededor de tu muñeca. Maldije por lo bajo al no ver ningún efecto, seguía sangrando. Lo apreté más. Un grito de dolor se coló en mi cabeza.

-Lo siento, lo siento- le susurré.

La arrastré un poco para quitarla de la calle y la recosté sobre mi. Me estiré para alcanzar su mano y la situé a mi lado. Otro grito de exclamación por parte del publico.

-¿Llamaron a la ambulancia?- grite. Vi como movían sus cabezas afirmando ante la pregunta.

La volví a mirar, seguía estando igual de bella, aunque estuviera cubierta de sangre. Intenté limpiarle una mancha de sangre que tenia en su mejilla, pero lo único que hice fue mancharla más, pues mis manos también estaban cubiertas de sangre. Cogí su mano, tenia que hacer algo. Miré a la gente buscando una respuesta.

         -¡Ey tú!- llamé a su querido amigo,que era el más cerca que estaba- Vete al bar y pide una cubitera, con muchos hielos- no hubo respuesta, él siempre tan valiente- ¡Vete ya! Hazlo por tu amiga, no porque te lo halla pedido yo.

Paso rodeando el charco de sangre y lo vi marcharse. No me había dado cuenta que seguía agarrando su mano. Nunca había tocado su mano, en realidad, nunca había estado tan cerca de ella. Me perdí de nuevo en su mirada.

        -Toma la cubitera- me sobresalté al escuchar la voz del camarero, a su lado estaba su amigo mirándola con la cara desencajada.

Cogí su mano, esa sería la ultima vez que la sostendria, suspiré y la metí en el recipiente. Inmediatamente los hielos se tiñeron de sangre. Cogí unos cuantos hielos para cubrir su mano, al hacerlo, los hielos se me pegaban en mis dedos ensangrentados.
Note que llegaron unos profesores que en vano intentaban que los alumnos entraran a las clases. Me hablaron, pero no los entendí. En ese momento estaba pensando en su madre. ¿Alguien la habría avisado?
Una sirena interrumpió mi pensamiento. La ambulancia se paró delante de mi. De ella se bajo un médico con los guantes ya puestos y una bolsa, mientras que el conductor sacaba la camilla.

       -¿Dónde esta la mano?- me preguntó sacando material de su bolsa.
       -En esa cubitera- le dije con un hilo de voz señalando la cubitera que estaba a su lado.
       -¿La has metido en hielo?- me preguntó asombrado.
       -S-s-si- contesté asustada- ¿No debí hacerlo?
       -No, no es eso. Lo has hecho muy bien- me dijo ya mi lado con un elástico en la mano- igual que el cinturón, ya puedes soltarlo.

Me levante y vi como le ponían una vía. Ya no había nada que hacer. Retrocedi, saliendo del charco de sangre, dejando mis huellas.
Vi como un profesor se acercaba a los sanitarios, le decía algo, a lo que ellos respondieron volviendo la cabeza hacia mi.
Levantaron la camilla. Instintivamente corrí hacia ella sin saber el por qué.

      -No te podemos llevar- me dijo cerrando las puertas y dirigiéndose a la puerta del conductor- pero tienes que ir para que te reconozcan.
     -Pero... ¿A cuál?- le pregunté.
     -¿Dónde esta mi hija?- escuché el grito desconsolado de una mujer mientras la ambulancia se marchaba.