miércoles, 31 de julio de 2013

Carreras ilegales

No me gusta conducir.

Esta entrada podría ser la más corta de este blog si a la gente no le costara tanto entender esa frase. Pero le cuesta.

No entiendo por qué asumen que me gusta conducir, que quiero un coche y que debería cogerlo hasta para tirar la basura. Tampoco entiendo cuando se sorprenden y me tachan de loca cuando digo que no quiero conducir.

Es decir, podría entenderlo si a los diecisiete años sólo deseara tener dieciocho para conducir. También lo entendería si nada más cumplir los dieciocho ya me hubiera apuntado a una autoescuela.
Yo creo que no he dado muestras de que ame conducir, aparte de las típicas y que últimamente me he aficionado a un simulador de guaguas.

Lo acepto, me gusta las carreras. Es lo normal cuando el primer videojuego de tu primera consola es “Los Autos Locos”. Crecí haciendo las carreras más locas, saltando de acantilados  poniendo trampas a los demás corredores para conseguir el título al “Piloto más Loco del Mundo”. Con mi segunda consola pasé a un tema más profesional con el “Formula One 2003”. He de decir que no mejoré mi técnica, es más, pasaba más tiempo fuera de la pista cogiendo tierra que dentro, eso me llevó a pasarme de bando y dedicarme a los Rally con “World Rally Championship II”. Con este juego tuve más avances, algún que otro árbol me comí y me aficioné a chocarme contra el público para mostrar mi cariño.
Visto que no ganaba el dinero suficiente con estas competiciones decidí pasarme al mundo de las carreras ilegales. Y así hice, me apasioné a la saga del “Need For Speed”, fui escalando en ese mundillo hasta que me hice un nombre. Al principio se me resistían las carreras de Aceleración, soy más de Circuitos, conocer el terreno y dejar que el oponente se aleje y se relaje para luego atacar. Otra carrera que nunca pude dominar fue la de Derrape, que derrapar yo derrapaba, lo que no entendía era por qué se empeñaban en poner muros tan cariñosos que sólo querían rozarme.
Sin previo aviso me convertí en la “Most Wanted” y con el “Carbono” fui perdiendo poder por zonas, por lo que tuve que alejarme de las calles. Esto supuso un problema, al dejar las carreras se acabó mi fuente de ingreso por lo que tuve que dedicarme a algunos trapicheos con las drogas, prostitución y extorsión con el “Grand Theft Auto”. Esta nueva faceta me proporcionó mejorar mis habilidades, desde aprender a subirme a cualquiera coche, pasando por el manejo de otros tipos de vehículos (helicópteros, tanques, camiones, guaguas, furgones, coches varios, carritos de golf, motos y bicicletas).
Años después me propusieron rehabilitarme, volver a las carreras pero en circuitos cerrados. No duré mucho en el “Shift”, extrañaba la ciudad y poder modificar mi propio coche, por eso me ofrecieron el “Undercover” y disfruté de cada carrera. Después de esto decidí alejarme un poco de ese mundillo, el nivel de las carreras en la nueva consola no me agradaban, aparte de que pedían una cantidad de dinero desorbitante para acceder a las competiciones. Hasta que me ofrecieron “The Run”, 25.000.000 dólares para poderme retirar y contratar a un chófer para el resto de mi vida.

Con el dinero en paraísos fiscales, terceras personas decidieron que era hora de sacarme el carnet de conducir. Tres veranos tardé. La cosa más estúpida que he hecho, un carnet para poder morir en una carretera legalmente.

Y digo terceras personas porque así fue. Nunca quise sacarme ese maldito trozo de plástico y nunca di muestras de ello, aparte de mis constantes carreras en videojuegos y que una vez dije que algún día tendría un Peugeot 106, cuando los 106 eran los coches más modernos (ahora irán por el 1006, más o menos).

¿¡Quién en su sano juicio permitiría que yo condujera un coche!?. Me he criado conduciendo en carreras ilegales y conduzco como si estuviera en una de ellas. Cuando adelanto a un coche primero cojo su rebufo, mientras lo adelanto pulso el botón del aire acondicionado por si ya tengo cargado el Nitro y cuando termino el adelantamiento vuelvo a mi carril con un giro brusco para que no intente adelantar. Sin comentar mi ligera dislexia con el pedal del freno y del embrague. Y que no domino mucho el arte de aparcar. Y que acelero cuando va a pasar el tranvía. Y que cuando alguien se me quiere colar mi primera reacción es acelerar y tirarle el coche. Y que no freno en las curvas, ¿quién frena en los videojuegos?.

Yo si fuera examinadora no me hubiera dado el carnet de conducir, no me permitiría coger un coche, en mi vida ni en la siguiente. Soy un peligro en la carretera, sé que un día me voy a pegar un leñazo épico por pasarme toda la vida en videojuegos y me da pena del que se me cruce delante.

Que sí, que entiendo que tener el carnet de conducir es muy importante, que es fundamental para conseguir trabajo y que bla, bla, bla. Pero entienden que es la forma más tonta y estúpida de morir, más que tirarte de un balcón a la piscina… Bueno, esto tengo que pensarlo.

Claro que no lo entienden. Es decir, si dices que tienes miedo a montarte en barco, tren o avión es aceptable, pero decir que tienes miedo a montarte en un coche es una locura. Pues no lo entiendo, las estadísticas están ahí. Yo no tengo necesidad de tener taquicardias cada vez que me monto en un coche, despertarme por pesadillas con los pies hundidos en un freno imaginario o bajarme del coche bañada en sudor que los de Pimp My Ride podrían montarme un jacuzzi en el maletero.

Millones de personas conduciendo a la vez, tomando decisiones a la vez, tomando decisiones propias, sin pensar en los demás, decisiones imprudentes, excesos de velocidad, de drogas, de alcohol. Como millones de hormigas en el centro de la ciudad que sin previo aviso alguien puede pisar.


La forma más estúpida de jugarte la vida y que otros se la jueguen por ti.